DOMINGO
6º DE PASCUA (C)
(He 15,1-2.22-29) Hemos decidido, el Espíritu Santo
y nosotros, no imponeros más
(Ap 21,10-23) Templo no vi ninguno, es su templo el
Señor y el Cordero.
(Jn 14,23-29) Si me
amarais os alegraríais de que vaya al Padre; él es más que yo.
Seguimos en el discurso de despedida. El tema del
domingo pasado era el amor manifestado en la entrega a los demás. Terminábamos
diciendo que ese amor era la consecuencia de una experiencia interior, relación
con lo más profundo de mi mismo que es Dios. Hoy nos habla el evangelio de lo
que significa esa vivencia intima. La Realidad que soy, es mi verdadero ser. El
verdadero Dios no es un ser separado que está en alguna parte de la estratosfera
sino el fundamento de mi ser y de cada uno de los seres del universo.
Recordemos que el discurso de despedida del
evangelio de Juan es un montaje teológico que pone en boca de Jesús lo que había
sido la experiencia de la comunidad durante setenta años. Eso lo hace mucho más
interesante aún, que si hubiera sido pronunciado por Jesús. Nos habla de cómo
entendía y practicaba aquella comunidad el seguimiento de Jesús. No se trataba
de seguir a un líder que desde fuera les marcaba el camino, sino de descubrir
la experiencia más profunda de Jesús, y repetirla en cada uno de los
cristianos.
En estos siete versículos podemos descubrir las
dificultades que encuentra el ser humano cuando trata de expresar la
experiencia interior. Por cada afirmación que se hace en lo versículos que
hemos leído hoy, encontramos en el evangelio otra que dice exactamente lo
contrario. Es la mejor prueba de que las expresiones sobre Dios no se pueden
entender al pie de la letra porque nunca son apropiadas. Necesitan
interpretación porque los conceptos no son adecuados para expresar las
realidades trascendentes. En este orden puede ser verdad una afirmación y la contraria. El dedo y
la flecha pueden apuntar los dos a la luna.
En Jn 15,9 dice: Como el Padre me ha amado así os he
amado yo, permaneced en mi amor. Aquí dice: “si alguno me ama le amará mi Padre…”
¿Quién ama primero?
Jesús
había dicho que iba a prepararles sitio en el hogar del Padre, para después
llevarles con él (14.2). Ahora dice que el Padre y él mismo vendrán al interior
de cada uno.
Les había
advertido: “como me persiguieron a mí, os perseguirán a vosotros (Jn 16,2).
Ahora nos dice: “la paz os dejo, mi paz os doy”.
Nos
había dicho: yo y el Padre somos uno (10,30). Quien me ve a mí ve a mi Padre
(14,9). Hora nos dice: El Padre es más que yo.
No os
dejaré huérfanos, volveré para estar con vosotros (14,18). Y ahora nos dice que
el Padre mandará el Espíritu en su lugar. Digerir estas aparentes
contradicciones es una de las claves para entender la experiencia pascual.
Insisto, una cosa es el lenguaje y otra la realidad
que queremos manifestar con él. Dios no
tiene que venir de ninguna parte para estar en lo hondo de nuestro ser.
Está ahí desde antes de existir nosotros. No existe "alguna parte"
donde Dios pueda estar, fuera de mí y del resto de la creación. Dios es
lo que hace posible mi existencia. Soy yo el que estoy fundamentado en Él desde
el primer instante de ser. El descubrirlo en mí, el tomar conciencia de esa
presencia, es como si viniera. Esta verdad es la fuente de toda
religiosidad.
El hecho de que no llegue a mí desde fuera ni a
través de los sentidos, hace imposible toda mediación. Es más, todo
intermediario, sean personas, sean instituciones, me alejan de Él más que me
acerca. En el AT, la presencia de Dios se localizaba en un lugar, la tienda del
encuentro o el templo. La “total presencia” debía ser una de las
características de los tiempos mesiánicos. Desde Jesús, el lugar de la
presencia de Dios es el hombre. Dentro de ti lo tienes que experimentar;
pero también descubrirlo dentro de cada uno de los demás seres humanos. Pero
¡ojo! La presencia surge de dentro, pero no será únicamente interna.
El Espíritu es el garante de esa presencia dinámica:
“os irá enseñando todo”. Por cinco veces, en este discurso de despedida, hacer
Jesús referencia al Espíritu. No se trata de la tercera persona de la Trinidad , sino de la
divinidad como fuerza (ruja). “Santo” significa separado; pero no separado de
Dios, sino separado de las actitudes del mundo. Si esa Fuerza de Dios no nos separa
del mundo (opresión), no podremos comprender el amor.
"Os conviene que yo me vaya, porque si no, el
Espíritu no vendrá a vosotros." Ni el mismo Jesús con sus palabras y
acciones fue capaz de llevar a los apóstoles hasta la experiencia de Dios, que
les ayudaría a descubrir al mismo Jesús. Mientras estaba con ellos, estaban
apegados a su físico, a sus palabras, a sus manifestaciones humanas. Todo muy
bonito, pero que les impedía descubrir la verdadera identidad de Jesús. Al no
ver a Dios en Jesús, tampoco descubrieron la realidad de Dios dentro de ellos. Cuando
desapareció, se vieron obligados a buscar dentro de ellos, y allí encontraron
lo que no podían descubrir fuera.
El Espíritu no añadirá nada nuevo. Solo aclarará lo
que Jesús ya enseñó. Las enseñanzas de Jesús y las del Espíritu son las mismas,
solo hay una diferencia. Con Jesús, la Verdad viene a ellos de fuera. El Espíritu las
suscita dentro de cada uno como vivencia irrefutable. Mientras el Espíritu no
nos separe del mundo, no podremos comprender las enseñanzas de Jesús. Esto
explica tantas conclusiones equivocadas de los discípulos durante la vida de
Jesús. Las palabras (aunque sean las de Jesús) y los razonamientos no pueden
llevar a la
comprensión. El Espíritu les llevará a experimentar dentro de
ellos la misma realidad que Jesús quería explicar. Entonces no necesitarán argumentos,
sino que lo verán claramente.
“Paz” era el saludo ordinario entre
los semitas. No solo al despedirse, sino al encontrarse. Ya el “shalom” judío
era mucho más rico que nuestro concepto de paz, pero es que el evangelio de Jn
hace hincapié en un “plus” de significado sobre el ya rico significado judío.
La paz de la que habla Jesús tiene su origen en el interior de cada uno. Es la
armonía total, no solo dentro de cada persona, sino con los demás y con la
creación entera. Sería el fruto primero de unas relaciones auténticas en todas
direcciones. Sería la consecuencia del amor de Dios en nosotros, descubierto y
vivido. La paz no se puede buscar directamente. Es fruto del amor. Solo el Amor
descubierto dentro y manifestado, lleva a la verdadera paz.
Deben alegrarse de que se vaya, porque ir al Padre,
aunque sea a través de la muerte, no es ninguna tragedia. Será la manifestación
suprema de amor, por lo tanto, será la verdadera victoria sobre el mundo y la muerte. El Padre
es mayor que él porque es el origen. Todo lo que posee Jesús procede de Él.
Aquí tampoco habla la 2ª persona de la Trinidad ; estaríamos poniendo en boca de Jesús
una herejía. No olvidemos que Jesús, para el evangelista, es un ser humano a
pesar de su preexistencia: “Tomó la condición de esclavo, pasó por uno de
tantos...” También en Jesús Dios se manifiesta en lo humano, pero Dios no es lo
que se ve ni lo que se palpa ni lo que se oye de Jesús. Dios está en Jesús,
pero es otra cosa.
“El Padre es más que yo". Dios se manifiesta y se vela
en la humanidad de Jesús. La presencia de Dios en él, no es demostrable. Está
en el hombre sin añadir ni obrar nada, El verdadero Dios es siempre un Dios
escondido. Decía Pascal: "Toda religión que no afirme que Dios está
oculto, no es verdadera". Un sufí persa de la Edad Media lo dejó bien
claro: Calle mi labio carnal, / habla en mi interior la calma / voz sonora de
mi alma / que es el alma de otra alma /
eterna y universa. / ¿Dónde tu rostro
reposa / alma que a mi alma das vida?
/ Nacen sin cesar las cosas, / mil y
mil veces ansiosas /de ver tu faz escondida.
En la Biblia existe una tensión entre la
trascendencia y la inmanencia de Dios. El hombre no puede ver a Dios sin morir.
No puede ser representado por ninguna imagen. No puede ser nombrado. Pero a la
vez, se presenta como compasivo, como pastor de su pueblo, como esposo, como
madre que no puede olvidarse del fruto de su vientre. En el NT, se acentúa el
intento de acercar a Dios al hombre. Los conceptos de "Mesías",
"Siervo", "Hijo de hombre", "Palabra",
"Espíritu", "Sabiduría", incluso "Padre", son
todos ejemplos de ese intento. No se trata de una simple cercanía, sino de una identificación
absoluta de Dios con cada uno.
Resumen: Dios
no es nuestro huésped, sino la esencia de mi ser. A pesar del lenguaje, esa
presencia no está condicionada a nada. Es el punto de partida de todo lo que
soy.
Meditación- contemplación
“Vendremos a él y haremos morada en él”.
Jesús descubrió esa presencia absoluta de Dios.
Todo lo que vivió y enseñó, fue consecuencia de esa experiencia.
Sabía que era la clave para que el hombre alcanzase plenitud.
...................
Sin experiencia interior no hay posibilidad de salvación.
Sin identificación con lo divino no puede haber verdadera humanidad.
Sin descubrir el tesoro que hay dentro de ti,
nunca estarás dispuesto a vender todo lo demás para adquirirlo.
.......................
Debo preocuparme mucho menos por lo que hago.
Tengo que dedicar mis energías a descubrir lo que soy.
Lo que haga, será inevitablemente, consecuencia de lo que creo ser.
Una vez más estoy ante la alternativa: Programación o vivencia.
......................
DOMINGO 26 DE MAYO DE 2013
TRINIDAD (C)
(Prov 8,22-31) El
Señor me estableció al principio de sus obras antiquísimas.
(Rom 5,1-5) el Amor
de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones con el ESPÍRITU.
(Jn 16,12-15)
Cuando venga el Espíritu de la Verdad ,
os guiará hasta la verdad plena.
De Dios no sabemos
ni podemos saber absolutamente nada.
Ni falta que nos hace, porque tampoco necesitamos saber lo que es la vida
fisiológica, para poder tener una salud de hierro. La necesidad de explicar a
Dios es fruto del yo individual que se siente fortalecido cuando si contrapone
a todo bicho viviente, incluido Dios. Cuando el primer cristianismo se encontró
de bruces con la filosofía griega, aquellos grandes pensadores hicieron un
esfuerzo sobrehumano para “explicar”
el evangelio desde aquella arrolladora filosofía. Seguro que ellos se quedaron
tan anchos, pero el evangelio quedó hecho polvo.
El lenguaje teológico
de los primeros concilios, hoy no lo entiende nadie. Los conceptos metafísicos de
“sustancia”, “naturaleza” “persona” etc. no dicen absolutamente nada al hombre de
hoy. Es inútil seguir empleándolos para explicar lo que es Dios o como debemos
entender el mensaje de Jesús. Tenemos que volver a la simplicidad del lenguaje
evangélico y a utilizar la parábola, la alegoría, la comparación, el ejemplo
sencillo, como hacía Jesús. Todos esos apuntes tienen que ir encaminados a la
vivencia.
Pero además, lo que
la teología nos ha dicho de Dios Trino, se ha dejado entender por la gente
sencilla de manera descabellada. En el tema de la Trinidad , la distinción
de las tres “personas”, sólo se refiere a su relación interna (ab intra).
Quiere decir que hay distinción entre ellas, solo cuando se relacionan
entre sí. Cuando la relación es con la creación (ad extra), no hay distinción
ninguna; actúan siempre como UNO. A nosotros solo llega la Trinidad , no cada una de
las “personas” por separado. No estamos hablando de tres en uno sino de una
única realidad que es relación.
Cuando se habla con
mucho énfasis de la importancia que tiene la Trinidad en la vida espiritual
de cada cristiano, se está dando una idea falsa de Dios. Lo único que nos
proporciona la explicación trinitaria de Dios es una serie de imágenes útiles
para nuestra imaginación, pero nunca debemos olvidar que son imágenes. Mi
relación personal con Dios siempre será como única realidad. Debemos
superar la idea de que “crea”
el Padre, “salva” el Hijo y “santifica” el Espíritu. Esta manera de hablar
es metafórica. Todo en nosotros es obra del único Dios. ¿Qué sentido puede
tener, dirigir las oraciones al Padre Creyendo que es distinto del Hijo y del
Espíritu?
Lo que
experimentaron los primeros cristianos es que Dios podía ser a la vez y sin
contradicción: Dios que está por encima de nosotros (Padre); Dios que se hace
uno de nosotros (Hijo); Dios que se identifica con cada uno de nosotros
(Espíritu). Nos están hablando de un
Dios que no se encierra en sí mismo, sino que se relaciona dándose totalmente a todos y a la vez permaneciendo Él
mismo. Un Dios que está por encima de lo
uno y de lo múltiple. El pueblo judío no era un pueblo filósofo, si no
vitalista. Jesús nos enseñó que, para experimentar a Dios, el hombre tiene que
aprender a mirar dentro de sí mismo (Espíritu), mirar a los demás (Hijo) y
mirar a lo trascendente (Padre).
Lo más importante
en esta fiesta que estamos celebrando, sería el purificar nuestra idea de Dios
y ajustarla cada vez más a la idea que de Él quiso transmitirnos Jesús. Aquí sí
que tenemos una amplia tarea por hacer. Como buenos cartesianos, intentamos una
y otra vez acercarnos a Dios por vía intelectual. Creer que podemos encerrar a
Dios en conceptos, aunque sean los muy sublimes de la filosofía griega, es tan
ridículo que no merece la pena gastar un minuto en demostrarlo. La realidad de
Dios no podemos comprenderla, no por que sea complicada, sino porque es absolutamente simple, y nuestra manera
de conocer es analizando y dividiendo la realidad. Toda la
teología que se elaboró para explicar la realidad de Dios es absurda, porque
Dios ni se puede ex-plicar, ni com-plicar o im-plicar.
Dios no tiene partes que podemos analizar por separado.
Entender a Dios
como Padre, pero no como Madre, nos conduce por el camino del poder, de la
omnipotencia y la capacidad absoluta de hacer lo que se le antoje. Todos los “poderosos
de la tierra” han tenido mucho interés en desplegar esa idea de Dios. Según esa
idea, lo mejor que puede hacer un ser humano es parecerse a Él, es decir
intentar por todos los medios, ser más, ser grande, tener poder. Pero ¿de qué
sirve ese Dios a la inmensa mayoría de los mortales que se sienten
insignificantes? ¿Cómo podemos proponerles que su objetivo es identificarse con
ese Dios? Por fortuna Jesús nos dice todo lo contrario, y el AT también, porque
su Dios, empieza por estar al lado, no del faraón, sino del pueblo esclavo.
Un Dios que premia
y castiga, es verdaderamente útil para mantener a ralla a todos los que no se
quieren doblegar a las normas establecidas. Machacando a los que nos se
amoldan, estoy imitando a Dios que hace lo mismo. Cuando en nombre de Dios prometo
el cielo (toda clase de vienes) estoy pensando en un dios que es amigo de los
que le obedecen. Cuando amenazo con el infierno (toda clase de males) estoy
pensando en un dios que, como haría cualquier mortal, se venga de los que no se
someten.
Pensar que Dios
utiliza con el ser humano el palo o la zanahoria como hacemos nosotros
con los animales que queremos domesticar, es hacer a Dios a nuestra imagen y
semejanza y ponernos a nosotros mismos al nivel de los animales. Pero resulta
que el evangelio dice todo lo contrario. Dios es amor incondicional y para
todos. No nos ama porque somos buenos sino porque Él es bueno. No nos ama
cuando hacemos lo que Él quiere, sino siempre. Tampoco nos rechaza por muy
malos que lleguemos a ser.
Un dios “que está
en el cielo”, puede hacer por nosotros algo de vez en cuando, si se lo pedimos
con mucha insistencia o nos portamos bien y lo merecemos. Pero el resto del
tiempo nos deja abandonados a nuestra suerte. Pero ese miedo a que nos abandone
a nuestra suerte es muy útil para que los que actúan en su nombre nos obliguen
a obedecer sus directrices. El Dios del evangelio está en lo hondo de nuestro
ser identificado con nosotros mismos. Amándonos antes que nosotros mismos y más
que nosotros mismos. Ese Dios no admite intermediarios y no es útil para ningún
poder o institución. Pero ese es el Dios de Jesús. Ese es el Dios que siendo
Espíritu, tiene como único objetivo llevarnos a la plenitud de la verdad. Y aquí “Verdad”,
en contra de lo que se piensa, no es conocimiento, sino Vida. El Espíritu nos
empuja a ser verdad, ser auténticos.
Un Dios condicionado
a lo que los seres humanos hagamos o dejemos de hacer, no es el Dios de Jesús.
Esta idea de que Dios solo nos quiere cuando somos buenos, repetida durante
tres mil años, ha sido de las más útiles a la hora de conseguir la docilidad
del ser humano a intereses de gerifaltes o de grupos. Esta idea, radicalmente
contraria al evangelio ha provocado más sufrimiento y miedo que todas las
guerras juntas. Sigue siendo la causa de las mayores ansiedades que no dejan a
las personas ser ellas mismas. Cada vez que predico que Dios es amor
incondicional, viene alguien a recordarme: pero es también justicia. Y esa
justicia quiere decir para ellos: ¿Cómo puede querer Dios a ese desgraciado
pecador igual que a mí, que cumplo todo lo que Él mandó?
Lo que acabamos de
leer del evangelio de Jn, no hay que entenderlo como una profecía de Jesús
antes de morir. Se trata de la experiencia de los cristianos que llevaban
setenta años viviendo esa realidad del Espíritu en cada uno de ellos. Ellos
saben que gracias al Espíritu tienen la misma Vida de Jesús. Es el Espíritu el que
haciéndoles vivir, les enseña lo que es la Vida. Esa Vida es la que
desenmascara toda clase de muerte (injusticia, odio, opresión). La experiencia
pascual consistió en llegar a la misma vivencia interna de Dios que tuvo Jesús.
Lo que intentó Jesús con su predicación y con su vida, fue hacer
partícipes a sus seguidores de esa
vivencia.
Resumen: La Trinidad es una única realidad. No
hay un “Padre” o un “Hijo” o En “Espíritu” con el que yo pueda relacionarme
aisladamente. Rezar al Padre o al Hijo o al Espíritu es una manera inapropiada
de hablar, que puede confundirnos.
Meditación-contemplación
Hoy lo mejor será
recordar unas estrofas de S. Juan de la
Cruz
Entreme donde no
supe, / y quedeme no sabiendo, /toda ciencia trascendiendo.
Yo no supe donde
entraba, / pero cuando allí me vi, /sin saber donde me estaba, /
grandes cosas
entendí; / no diré lo que sentí, / que me quedé no sabiendo, /
toda sciencia
trascendiendo.
Estaba tan embebido,
/tan absorto y agenado, / que se quedó mi sentido /
de todo sentir
privado, /y mi espíritu dotado / de un entender no entendiendo. /
Toda sciencia
trascendiendo.
El que allí llega
de vero / de sí mismo desfallece; / cuanto sabía primero /
Mucho bajo le
parece, / y su sciencia tanto crece, / que se queda no sabiendo, /
Toda sciencia
trascendiendo.
Este saber no
sabiendo / es de tan alto poder, / que los sabios arguyendo /
jamás lo podrán
vencer, / que no llega su saber / ano entender entendiendo, /
Toda sciencia
trascendiendo.
Y si lo queréis
oír, / consiste esta suma sciencia / en un subido sentir /
De la divinal
esencia; / es obra de su clemencia /
hacer quedar no entendiendo, /
Toda sciencia trascendiendoDOMINGO 2 DE JUNIO-2013
CORPUS (C)
(Gn 14,18-20) En
aquellos días, Melquisedec, rey de Salem, ofreció pan y vino...
(Cor 11,23-26) Cada
vez que comáis y bebáis, proclamáis la “muerte” del Señor.
(Lc 9,11-17)
Comieron todos y se saciaron y cogieron las sobras: doce cestos.
Es muy difícil no caer en la tentación de decir sobre la eucaristía lo políticamente
correcto y dispensarnos de un verdadero análisis del sacramento más
importante de nuestra fe. Son tantos los aspectos que habría que analizar, y
tantas las desviaciones que hay que corregir, que solo el tener que
planteármelo, me asusta. Hemos tergiversado hasta tal punto el mensaje del evangelio,
que lo hemos convertido en algo totalmente ineficaz para una verdadera vida
espiritual.
En una tribu primitiva,
el más espabilado descubrió un día la manera de hacer fuego. El inventor quiso
hacer partícipes a otras tribus de las enormes ventajas que la manipulación del
fuego podía reportar. Cogió los bártulos y se fue la tribu más cercana. Reunió
a la comunidad y les explicó la manera de hacer fuego y como se podía utilizar
para mejorar la calidad de vida. La gente se quedó admirada al ver aparecer el
fuego. Les dejó los instrumentos de hacer fuego y se volvió a su tribu.
Unos años después,
volvió a la aldea.
Cuando lo vieron llegar, todos mostraban su alegría y le
condujeron a una pequeña colina apartada del poblado. Allí habían construído un
hermoso monumento, donde habían colocado los instrumentos de hacer fuego. Toda
la tribu se reunía allí, para adorar aquellos instrumentos tan maravillosos.
Pero… ni rastros de fuego en toda la aldea. Su vida seguía exactamente igual que antes. Ninguna
ventaja había extraído del fuego.
Lo último que se le
hubiera ocurrido a Jesús, es pedir que los demás seres humanos se pusieran de
rodillas ante él. Él sí se arrodilló ante sus discípulos para lavarles los
pies; y al terminar esa tarea de esclavos, les dijo: “vosotros me llamáis el
Maestro y el Señor. Pues si yo, el Maestro y el Señor os he lavado los pies,
vosotros tenéis que hacer los mismo”. Esa
lección nunca nos ha interesado. Es más cómodo convertirle en objeto de
adoración, que imitarle en el servicio y la disponibilidad para con todos los hombres.
Hemos convertido la
eucaristía en un rito puramente cultual. En la mayoría de los casos no es más
que una pesada obligación que, si pudiéramos, nos quitaríamos de encima. Se ha
convertido en una ceremonia rutinaria, que demuestra la falta absoluta de
convicción y compromiso. La eucaristía era para las primeras comunidades el
acto más subversivo que nos podamos imaginar. Los cristianos que la celebraban
se sentían comprometidos a vivir lo que el sacramento significaba. Eran
conscientes de que Recordaban lo que
Jesús había sido durante su vida y se comprometían a vivir como él vivió.
El mayor problema
de este sacramento hoy, es que se ha desorbitado la importancia de aspectos
secundarios (sacrificio, presencia, adoración) y se ha olvidado totalmente la
esencia de la eucaristía, que es precisamente su aspecto sacramental. Con la palabreja “transustanciación” no
decimos nada, porque la “sustancia” aristotélica es solo un concepto que no
tiene correspondencia alguna en la realidad física. La eucaristía es un
sacramento. Los sacramentos ni son ritos mágicos ni son milagros. Los
sacramentos son la unión de un signo con
una realidad significada.
El signo.- Lo que es un signo
lo sabemos muy bien, porque toda la capacidad de comunicación, que los seres
humanos hemos desplegado, es a base de signos. Todas las formas de lenguaje no son
más que una intrincada maraña de signos. Con esta estratagema hacemos presentes
mentalmente las realidades que no están al alcance de nuestros sentidos. En la
eucaristía manejamos dos signos.
El Pan partido y preparado para ser comido, es el signos
de lo que fue Jesús toda su vida. El signo no
está en el pan como cosa, sino en el hecho de que está partido y re-partido, es
decir en la disponibilidad en la que se encuentra para poder ser comido. Jesús
estuvo siempre preparado para que todo el que se acercara a él pudiera hacer suyo
todo lo que él era. Se dejó partir, se dejó comer, se dejó asimilar; aunque esa
actitud tuvo como consecuencia última que fuera aniquilado por los oficiales de
su religión.
La sangre derramada. Es muy importante tomar
conciencia de que para los judíos, la sangre era la vida misma. Con esta perspectiva, está haciendo alusión a la
vida de Jesús que estuvo siempre a disposición de los demás. No es la muerte la que nos salva, sino su
vida humana que estuvo siempre disponible para todo el que lo necesitaba. El
valor sacrificial que se le ha dado al sacramente no pertenece a lo esencial. Se
trata de una connotación secundaria que no añade nada al verdadero significado
del signo.
La realidad
significada.-
Se trata de una realidad trascendente, que está fuera del alcance de los
sentidos. Si queremos hacerla presente, tenemos que utilizar los signos. Por
eso tenemos necesidad de los sacramentos. Dios no los necesita, pero nosotros
sí, porque no tenemos otra manera de acceder a esas realidades. Esas realidades
son eternas y no se pueden ni crear ni destruir; ni traer ni llevar; ni poner
ni quitar. Están siempre ahí. En lo que fue Jesús durante su vida, podemos
descubrir esa realidad, la presencia de
Dios en él. En el don total de sí mismo descubrimos a Dios que es Don
absoluto y eterno.
El primero y
principal objetivo al celebrar este sacramento, es tomar conciencia de la
realidad divina en nosotros. Pero esa toma de conciencia tiene que llevarnos a
vivir esa misma realidad como la vivió Jesús. Toda celebración que no alcance,
aunque sea mínimamente, este objetivo, se convierte en completamente inútil. Celebra la eucaristía pensando que me
añadirá algo (gracia) automáticamente, sin exigirme la entrega al servicio de
los demás, no es más que un autoengaño.
En la eucaristía se concentra todo el mensaje de
Jesús, que es el
AMOR. El Amor que es Dios manifestado en el don de sí mismo que hizo
Jesús durante su vida. Esto soy yo: Don total, Amor total, sin límites. Al
comer el pan y beber el vino consagrados, estoy completando el signo. Lo que
quiere decir es que hago mía su vida y me comprometo a identificarme con lo que
fue e hizo Jesús, y a ser y hacer yo lo mismo. El pan que me da la Vida no es el pan que como,
sino el pan en que me convierto cuando me doy. Soy cristiano, no cuando “como a Jesús”, sino cuando me dejo comer, como hizo él.
El ser humano no tiene que liberar o salvar su
"ego", a partir de ejercicios de piedad, que consigan de Dios mayor
reconocimiento, sino liberarse del "ego" y tomar conciencia de que todo lo que es,
está en lo que hay de Dios en él. Intentar potenciar el “yo”, aunque sea a
través de ejercicios de devoción, es precisamente el camino opuesto al
evangelio. Solo cuando hayamos descubierto nuestro verdadero ser, descubriremos
la falsedad de nuestra religiosidad que solo pretende acrecentar el yo, y para
siempre.
La comunión no
tiene ningún valor si la desligamos de signo sacramental. El gesto de comer el
pan y beber el vino consagrados es el signo de nuestra aceptación de lo que
significa el sacramento. Comulgar significa el compromiso de hacer nuestro todo
lo que ES Jesús. Significa que, como él, soy capaz de entregar mi vida
por los demás, no muriendo, sino estando siempre disponible para todo aquel que me pueda necesitar.
Todas las muestras
de respeto hacia las especies consagradas están muy bien. Pero arrodillarse ante el Santísimo y seguir
despreciando o ignorando al prójimo, es un sarcasmo. Si en nuestra vida no
reflejamos la actitud de Jesús, la celebración de la eucaristía seguirá siendo
magia barata para tranquilizar nuestra conciencia. A Jesús hay que descubrirlo
en todo aquel que espera algo de nosotros, en todo aquél a quien puedo ayudar a
ser él mismo, sabiendo que esa es la única manera de llegar a ser yo
mismo.
Resumen: La
plenitud humana consiste en dejarse comer. Todo rito, toda doctrina, toda norma, son medios para conseguir esta
actitud vital: estar siempre al servicio de los demás sin limitación alguna.
Meditación-contemplación
La Única Realidad es el Amor (Agape) que
es Dios y está siempre en ti.
Los signos son solo
medios para llegar a la realidad significada;
Pero son
indispensables para nosotros los humanos.
Lo esencial es
descubrir esa Realidad y vivirla.
........................
Si descubro que ese
AMOR me identifica con Él,
mi verdadero ser ya
no soy yo sino Él.
Mi actuar no será
ya mío, sino el de Él.
Solo por ese camino
entraré en la dinámica del amor.
..................
En cada eucaristía
que celebre,
debo sentir dentro
de mí, lo que se significa en el rito.
Al comulgar,
manifiesto y fortalezco la intención
de ser como Jesús, pan que se deja comer.
……………
Domingo 9 de Junio de 2013.
DOMINGO 10º (C)
(1Re 17,17-24) Ahora reconozco que eres un
hombre de Dios.
(Gal 1,11-19) El evangelio anunciado por mí
no es de origen humano, sino revelado.
(Lc 7,11-17) ¡Muchacho, A ti te lo digo,
levántate! Se incorporó y empezó a hablar.
Celebrada
la Ascensión, retomamos el tiempo ordinario, pero como los domingos siguientes
tenemos las tres grandes fiestas de Pentecostés, Trinidad y Corpus, aún no
habíamos retomado los domingos de ese tiempo litúrgico. Se trata del periodo
más largo del año, que nos llevará hasta el nuevo año litúrgico con el
Adviento. Como sabéis, este año nos toca leer el evangelio de Lc. Este
evangelio es el que más se preocupa de la vida cotidiana de Jesús; para Lc,
Jesús predica más con lo que hace que con lo que dice. Refleja como ningún otro
la reacción de Jesús ante el sufrimiento de la gente, sobre todo de los pobres
y marginados; por eso se le suele llamar el evangelio de la misericordia.
El
contexto general del evangelio que leemos, es la norma de lo que solía hacer
Jesús. Acompañado de sus discípulos, recorre los caminos de Galilea, llevando a
todas partes la palabra de Dios y la ayuda a la gente que se siente abandonada.
En Lc se aprecia mejor esta manera de actuar, porque acompaña siempre los
relatos con todo lujo de detalles, que nos permiten adentrarnos en el ambiente
en que se producían los “milagros”. En el relato que leemos hoy, la gente que
acompañaba a Jesús y la que acompañaba a la viuda se aúna para dar gloria a
Dios.
En
el evangelio de hoy se nos narra un episodio espectacular, la resurrección del
hijo único de una viuda. Es muy difícil precisar en este texto qué es lo que
pasó realmente. Sorprende que un acontecimiento como la resurrección de un
muerto se narre en un evangelio y se ignore en otros. La única resurrección que
se encuentra en los tres sinópticos es la de la hija de Jairo. Y en los tres se
pone en boca de Jesús esta frase: “la niña no está muerte, está dormida”. También
nos tiene que hacer pensar el paralelismo que existe entre este texto y la
resurrección del hijo de la viuda de Sarepta por el profeta Elías, que hemos
leído en la primera lectura. Con frecuencia se toma el AT como modelo para
explicar a Jesús.
En
todo caso lo que quieren resaltar no es
el milagro en sentido estricto, sino el poder de Jesús de dar vida trascendente,
significada en esa vida fisiológica recuperada. De grandes profetas del AT se
narraban resurrecciones. Es muy fácil que la tradición intentara con estos
relatos potenciar la idea de que Jesús era un gran profeta, que no podía ser
menos que los más grandes del AT. De hecho el relato termina dando gloria a
Dios porque ha visitado a su pueblo con el envío de una gran profeta.
Desde
que existen los periodistas y los sucesos se narran según lo que pasó realmente
no se ha vuelto a hablar de resurrección. Aunque es verdad que se ha constatado
la vuelta a la vida de personas que se habían dado por muertas. El principal
argumento para superar esta trampa no es que Dios tenga o no tenga poder para
hacer tal cosa, sino el absurdo que supone obligar a Dios a entrar en nuestra
dinámica y quedarnos tan contentos porque Él cambia de criterio y vuelve a
hacer el mundo tal como nos gustaría a nosotros.
Para
valorar este relato debemos tener en cuenta el ambiente en que se narra. Las mujeres no contaban en
aquella época. Una viuda no tenía la más mínima posibilidad de desenvolverse ni
socialmente ni económicamente. La única salvación de una viuda era el hijo, por
eso se resalta que era único, es decir la única esperanza de la viuda. La muerte del
hijo de una viuda se consideraba un durísimo castigo de Dios. En el relato, Jesús
quiere dejar claro que en ningún caso la
actitud de Dios es la de castigar a nadie, y menos a una pobre viuda.
Con
frecuencia encontramos en los evangelios una profunda crítica de un mesianismo
milagrero. Sin duda fue uno de los mayores peligros de interpretar
equivocadamente a Jesús. En el c. 6 del evangelio de Juan, después de la
multiplicación de los panes les dice a los que le buscaban para proclamarle rey:
“Me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan
hasta saciaros".
Esa
tentación es todavía muy fuerte entre nosotros. No hay más que examinar
nuestras oraciones litúrgicas o echar un vistazo por Lourdes o Fátima para
comprenderlo. Intentamos a toda costa
fabricarnos un Dios todopoderoso que acto seguido, ponemos a nuestro servicio.
Él accederá a todo lo que le pidamos con tal de que nos comportemos como él
quiere. Es la misma dinámica que tenían
los hombres del Paleolítico. Aplacar a Dios, tenerle contento porque de esa
manera no empleará su omnipotencia contra nosotros, sino contra otros.
Podemos
descubrir un simbolismo profundo entre la muchedumbre que acompaña a la viuda
identificados con la muerte y sin solución para esa situación extrema y Jesús y
el gentío que le acompaña, que vienen transformados por la vida que él mismo
les comunica. La muerte y la vida se encuentran pero la vida es más fuerte que
la muerte y termina por envolverles a todos. Todos proclaman la gloria de Dios
que les ha llevado a la vida.
Hay
un dato en el relato muy interesante. Nadie le pide a Jesús que haga algo por la viuda. Es él el que se
siente movido por la compasión (le dio lástima). Este hecho nos hace comprender
la calidad humana de Jesús que a su vez, es reflejo de lo que sería Dios si
pudiera actuar como nosotros. La compasión es, para mí, la manera más certera
de hablar de una verdadera humanidad. Se ha dicho muchas veces que el mensaje
cristianos se resume en el amor. Creo que mucho más acertada es la palabra
compasión para hablar de la misma realidad.
No
es preciso tener la capacidad de resucitar a un muerto par ser testigos de la
vida y llevar vida a todas partes. Todos
tenemos la obligación de llevar alegría y optimismo a donde vayamos. No son
las carencias naturales (dolor, enfermedad, muerte) lo que nos impide ser
felices. Es la actitud ante ellas lo que nos impide descubrir las inmensas
posibilidades que todos tenemos a pesar de esas limitaciones. Solo si despliego esas posibilidades en mí, estaré
preparado para ayudar a los demás a descubrir las suyas, a pesar de sus
limitaciones.
La gran tentación es exigirle a Dios que nos
saque de nuestras limitaciones. Muchas veces nos ha metido por este callejón
sin salida la misma religión. Nuestras limitaciones
no son accidentes. No es que a Dios le saliera mal la creación y ahora tiene
que andar con parches. Ni el mismo Dios podía hacer una creación sin
limitaciones. Por eso es ridículo creer en un Dios que pudiera sacarnos de esas
situaciones que consideramos insufribles, pero no lo hace porque está encantado
con vernos sufrir. Lo que nos falta no puede anular lo que tenemos.
Meditación-contemplación
La muerte no es nada, las
limitaciones son ausencia de ser.
Lo real es lo que soy y puedo desplegar.
Si dejo de pensar en mis carencias,
me asombraré de la riqueza que tengo al alcance de la mano.
…………….
También en el orden espiritual
es verdad lo dicho.
Empeñarnos en no tener fallos es
frustrante,
porque fallos los tendrás hasta
la hora de morir.
Fíjate más en todo el bien que
puedes hacer bien cada día.
…………….
Tampoco te dediques a mirar con
lupa los fallos de los demás.
Todos son mucho más que esos
fallos que puedes detectar en ellos.
Hacerles ver lo bueno que hay en
ellos,
puede animarles mucho más a ser
mejores.
……………..16 DE JUNIO DE 2013
SANTA JULITA
DOMINGO
11º (C)
(2 Sm 12,7-113) Natán dijo a David: pues el Señor
perdona tu pecado. No morirás
(Gal 2,16-21) El hombre no se justifica por cumplir
la ley, sino por creer en Cristo.
(Lc 7,36-8,3) Sus muchos pecados están perdonados,
porque tiene mucho amor."
Este relato lo narren los cuatro evangelistas,
aunque con detalles muy diferentes. Es un relato clave en los evangelios,
porque nos demuestra con un hecho concreto, la actitud de Jesús para con los
pecadores; pero también la actitud de aquellos fariseos cumplidores, que no
eran capaces de ver más allá de sus narices o mejor, más allá de lo que manda la
Ley. Los fariseos identificaban al pecador
con su pecado. Jesús ve el valor de la persona humana más allá de sus fallos,
que puedan hacernos pensar que esa persona es despreciable.
Hoy no se necesita mayores exégesis, porque el
mensaje está muy claro. La clave está en analizar con cuidado los personajes
que manifiestan sus actitudes a través del relato. La pecadora, Jesús, los fariseos y en los otros evangelistas, los apóstoles (Judas), que desde la
superficialidad y raquitismo, desde la que solemos operar la mayoría de los
mortales, no se enteran de nada y hablan, de despilfarro y de los pobres. Pero
no debemos olvidar, que el verdadero protagonista es Dios o mejor las ideas sobre
Dios.
Es muy interesante descubrir que este relato y otros
parecidos, no concuerdan con la idea que los cristianos hemos mantenido sobre
los fariseos. No debían ser tan enemigos de Jesús, cuando le invitaban a comer,
gesto que solo se tenía con las personas distinguidas y de cierto rango. Aunque
no estuvieran de acuerdo con muchas de sus enseñanzas, su oposición no debió
ser tan tajante desde el principio.
“Evangelio” significa en griego, buena noticia.
Pues la mejor de todas las noticias que podía recibir cualquier ser humano es
la que vamos a comentar hoy: Dios es perdón, porque Dios es amor. Tal vez sea el aspecto
más original de todo el mensaje de Jesús. La experiencia de Dios que llegó a
tener él, es la raíz de todo su mensaje. Esa experiencia le llevó a hablar de
Dios como Abba (padre y madre). Si no comprendemos y aceptamos este mensaje,
todo lo demás carece de coherencia y nos
llevará a un callejón sin salida.
Los judíos no fueron capaces de encajar el tema del
perdón tal como lo predicaba Jesús. Claro que creían en el perdón de Dios, pero
lo interpretaban a la manera del perdón humano. Después de dos mil años,
seguimos sin aceptar el perdón que predicó Jesús. Seguimos escandalizándonos de
que Dios ame a los malos. Aceptamos que Dios perdone a los buenos, pero eso de
que ame al pecador antes de que se arrepienta, es algo que supera todo lo que
pudiéramos aceptar de un Dios "justo". ¿Que ventajas tendríamos,
entonces lo que nos portamos bien, aunque alguna vez fallemos? Es ésta una
actitud muy sutil que pone de manifiesto hasta qué punto aceptamos con sordina
el mensaje del evangelio.
Nos distanciamos del evangelio
cuando planteamos nuestras relaciones con Dios como si fuera un ser humano. Es
más, nos atrevemos a decirle que tome ejemplo de nosotros (perdónanos como
nosotros perdonamos). Dios no tiene actos. En Dios los verbos no se conjugan porque no
está afectado por tiempos ni modos. Dios todo lo que hace, lo es. Todo
lo que posee, es esencial en Él. Pensar
que Dios cambia de postura con relación a un pecador porque hace penitencia es
descabellado, si lo entendemos literalmente. Es solo una manera de decir
que el pecador, en un momento determinado, se da cuenta de lo que Dios es para
él, y que sus pecados no le han apartado un ápice de ese Dios que es amor.
“Tus pecados están perdonados”. El
mismo evangelio presupone una mala interpretación de la frase cuando se pone en
duda la potestad de Jesús para perdonar pecados. No queremos ver la realidad. Jesús no
dice: Yo te perdono, porque con el conocimiento que tiene de Dios, sabe muy
bien, que ni él ni Dios tiene nada que perdonar. La actitud de Dios es siempre la misma, no puede cambiar.
Eternamente será amor.
Lo que dijo Jesús, lo puede decir cualquiera a
cualquiera. Por parte de Dios, tus pecados están siempre perdonados. La
pelota está siempre en tu tejado. Tú eres el que debes cambiar tu actitud vital
para que descubras ese perdón y pueda significar algo esencial para cambiar tu
vida. El descubrir que Dios sigue
amándote, a pesar de tus fallos, tiene que llevarte a una confianza absoluta y
total en Él. Eso confianza es el fundamento de todo futuro verdaderamente
humano. Si esa confianza, el futuro se oscurece definitivamente.
Este es el mensaje de Jesús. Esto es lo que Jesús
quiso decirnos de Dios. Otra cosa es que nosotros lo hayamos aceptado
realmente. ¿En qué lugar queda la confesión, tal como se ha entendido durante
siglos? Es un problema que tenemos que resolver, pero nunca a costa del mensaje
evangélico.
La confesión se ha utilizado muchas veces
como instrumento de control sobre la gente. Esto es lo que tenemos que superar. Recordemos aquel
cuento oriental: Un vendedor de agua tenía su puesto muy cerca de una fuente,
el éxito de su negocio consistía en que los transeúntes no descubrieran que la
fuente estaba a unos metros de distancia, detrás de unos arbustos... La
conclusión es clara: no os dejéis engañar, no aceptéis agua envasada y tasada. Id
a la fuente.
Lo que acabamos de
decir, no sólo no hace inútil la confesión, sino que le otorga su verdadera
dimensión humana. Para mí, la confesión es el más maravilloso invento de
nuestros dos mil años de cristianismo. El mayor bien que yo mismo he hecho
nunca a una persona ha sido en la confesión. Dios no necesita la confesión, pero
nosotros sí. Esto debemos tenerlo muy claro a la hora de utilizar el
sacramento de una manera provechosa. La confesión es un signo que debe
llevarme al descubrimiento de una realidad,
el amor que es Dios. Es un proceso de iluminación que cambia la manera
de verme.
Basta tomar
conciencia de que alguien me ama para que todo cambie a mi alrededor. La mujer
del evangelio mostraba un agradecimiento tan grande, porque era consciente de
que el perdón que había recibido era signo de un gran amor. El amor es una
realidad tan profundamente humana que nadie, que se sienta querido de verdad,
pueda seguir indiferente. Es más, solo
si uno se siente amado, podrá descubrir su capacidad de amar.
El automatismo a la
hora de celebrar los sacramentos no tiene sentido. La confesión no es un
quitamanchas. La confesión es un proceso que me debe llevar de una conciencia
de pecado a una conciencia de superación de esos fallos. De una desesperanza a
una total confianza, en lo que yo soy, y en lo que es Dios. Esta es la
verdadera fe-confianza. El objetivo
primero de la confesión debe ser el descubrir el amor incondicional de Dios.
Una vez que nos sentimos amados, surgirá en nosotros el deseo de corresponder,
amando.
No podremos
entender el tema del perdón si no tenemos claro el concepto de pecado.
Pecado no es el incumplimiento de una ley. Una acción o una omisión, no son
pecado porque esté mandada o prohibida. Al contrario, está mandado o prohibido
porque es pecado. Esta sutileza no es
fácil de captar, pero es imprescindible para aclararse. Si no descubro la razón de mal en lo que hago
o dejo de hacer, nunca estaré motivado para la acción o la omisión. El pecado
siempre es fruto de una falta de conocimiento. Si yo estoy convencido de
que algo es malo para mí, nunca podría la voluntad apetecerlo. Cuando la
voluntad quiere algo, es porque la razón se lo presenta como bueno. Por eso la
superación del fallo no se consigue por voluntarismo, sino por un conocimiento
más profundo.
“Tu fe te ha salvado”. No es lo que ha hecho y dicho Jesús lo que salva. Es el cambio de actitud de la
mujer, reconociendo y confesando su pecado, y descubriendo que por parte de
Dios está superado, lo que le ha traído la salvación. En
realidad se trata de una toma de conciencia de lo que Dios es, a pesar de lo que somos nosotros. Es reconocer
que Dios, que me conoce mejor que yo mismo, me acepta como soy. Aquí “fe”, casi
siempre en la Biblia ,
significa confianza. La confianza salva siempre, porque no tiene en
cuanta la calidad ni la cantidad de los fallos sino la calidad de la confianza
que tengamos en Dios.
Resumen: El valor supremo está
en la persona, no su moral. Mientras no tomemos conciencia de que Dios nos
ama por lo que Él es y no por lo buenos que somos, no podremos dar un paso en
la comprensión del evangelio.
meditación-contemplación
“Tus pecados están perdonados”.
El mayor obstáculo para una experiencia mística,
es el creer que mis fallos me alejan de Dios.
Este sentimiento es fruto de un desconocimiento del hombre y de Dios.
......................
Si no somos capaces de aceptarnos tal como somos
nuestra relación con Dios estará falseada y no puede llevarnos a buen
puerto.
Descubrir que Dios nos acepta como somos,
es un gran avance para que nos aceptemos también nosotros.
......................
Si consigo ir más allá de mis fallos,
descubriré mi ser luminoso e intachable.
Descubriré que esa parte de mi ser no depende de mi sino de Dios.
Es por tanto, amable, digno de ser amado, por Dios y por mí.
.......................
DOMINGO 23 DE JUNIO DE 2013
DOMINGO 1
2 (C)
(Za 12,10-11) Harán llanto como llanto por el hijo
único.
(Gal 3,26-29) No hay distinción entre judío y
gentil, esclavo y libre, hombre mujer.
(Lc 9,18-24) ¿Quién decís que soy yo? El que quiera
salvar su vida la perderá.
Los tres sinópticos relatan el mismo episodio,
aunque con diferencias notables. Se plantea abiertamente el significado del
mesianismo de Jesús. Tema que no quedó resuelto hasta después de la experiencia
pascual. No se trata, pues de un relato estrictamente histórico, sino de un
planteamiento teológico del tema más importante y complicado de todo el NT. Ni
para ellos fue fácil aceptar el verdadero mesianismo, ni lo es para nosotros,
pues seguimos sin aceptar que el ser
cristiano lleva consigo renunciar al ego y darse a los demás.
Jesús estaba orando, como siempre que va a decir o hacer algo importante.
El evangelio dice que el único que estaba orando era Jesús solo, aunque los
discípulos estaban allí. Sin tener en cuenta esa oración de Jesús nada de lo que fue y predicó puede explicarse. La
forma en que Jesús habla de Dios, se inspira e su experiencia personal. La
experiencia básica de Jesús fue la presencia de Dios en su propio ser. Jesús
experimentó que Dios lo era todo para él y él debía ser todo para los demás. Tomó
conciencia de la fidelidad de Dios-amor y respondió vitalmente a esta toma de
conciencia. Al atreverse a llamar a Dios "Abba" (Papá), Jesús
abre un horizonte completamente nuevo en las relaciones con el absoluto.
Para Jesús, como para cualquier ser humano, la base de toda
experiencia religiosa reside en la condición de criaturas. El hombre se
descubre sustentado por la acción creadora de Dios. El modo finito de ser uno
mismo, demuestra que es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible
nuestra existencia. Jesús descubre
que el centro de su vida está en Dios. Pero eso no quiere decir que tenga que
salir de sí para encontrar su centro. "Intimior intimo meo".
Descubrir su fundamento en Dios, es fuente de una inesperada plenitud. La experiencia
de Dios será la revelación de la más alta humanidad.
Jesús de Nazaret nunca se presenta como absoluto.
Para él lo único absoluto era Dios. Él se
consideró siempre como un ser humano más. La opinión de la gente indica ya una
alta consideración de la persona de Jesús, pero está lejos de acertar. La
opinión de Pedro, parece acertada; pero “el Ungido”, era la manera de designar
al Mesías que el pueblo esperaba. Un Mesías
nacionalista que traería la salvación política, económica y religiosa. Esa opinión
no debe ser divulgada porque es también falsa. A continuación se nos propone la
verdadera figura del Mesías que la primera comunidad pascual había descubierto
con tanta dificultad.
El Mesías se convierte en “Hijo de hombre”, el
modelo de hombre, el ser humano que vive su plenitud. No es el triunfador, el
poderoso, el que está por encima de los demás, sino el que aguanta, el que
sufre, el que tiene que padecer las iras y rencores de los suyos, el humillado
y despreciado, precisamente por no renunciar a ser “humano”. Y todo esto hasta
el extremo, hasta perder la vida por mantener esa actitud. El que quiera
adherirse al Mesías, no tiene más remedio que emprender el mismo camino. Exige
el negarse a sí mismo.
La frase de Jesús "el que quiera salvar su vida
la perderá"; no es una exageración, sino una verdad básica. Hacer que todo
gire en torno a nuestro falso “yo”, es potenciar en nosotros aquello que tiene un
valor relativo. No podemos dejar de ser egoístas si no superamos el apego a un
“ego”. En la medida en que ponga como objetivo último salvar mi vida,
seré egoísta y por lo tanto me deshago como persona. En la medida en que sea capaz de desprenderme de todo apego, incluido
el apego a la vida, a favor de los demás, estaré amando de verdad, y por lo
tanto creciendo como ser humano. Mi Vida
con mayúscula se potenciará, y la vida con minúscula, cobra entonces todo su
sentido.
La pregunta que se hicieron aquellos primeros
cristianos tenemos que hacérnosla nosotros hoy. ¿Quién es Jesús? La mejor prueba
de que no es fácil responder, es la falsa alternativa, que se planteó en el
siglo pasado, entre el Jesús histórico o el Cristo de la fe. Los discípulos
compartieron su vida con el Jesús de Nazaret y aceptaron a aquel ser humano que
les proporcionó una paz, una alegría y una seguridad increíbles; pero mientras
vivieron con él, no fueron capaces de ir más allá de lo que veían. Solamente a
través de la experiencia pascual se adentraron en el verdadero significado de
aquella persona fuera de serie.
Al morir Jesús, se preguntaron si con la muerte de
su líder se había acabado todo. Solo entonces empezaron a trascender la figura aparente
de Jesús y descubrieron lo que se escondía detrás de aquella realidad visible.
Fueron dándose cuenta de que allí había algo más que un simple ser humano.
Entonces fueron conscientes de que el verdadero UNGIDO ya se encontraba en el Jesús de Nazaret. Este Mesías,
descubierto en pascua, no coincide con el que esperaban los judíos y los
propios discípulos, antes de esa experiencia. Ahora se trata de Jesús el
Cristo, Jesucristo, genial
integración del Jesús histórico y el Cristo de la fe.
Cristo no es una idea abstracta surgida en la
primera comunidad de seguidores, sino la realidad de Jesús visto con los rayos X
de la experiencia pascual. Cristo ni se puede identificar con Jesús ni se puede
separar de él. Durante tres años, sus seguidores convivieron con él sin
enterarse de quien era en realidad; pero una vez que desapareció su figura
sensible, fueron capaces de descubrir lo que en aquella figura humana se
escondía. No se puede separar el valor de
una moneda, de la cantidad y la forma
del metal que la
constituye. La moneda tiene tal valor, precisamente porque
tiene tal forma, tal tamaño y un determinado metal precioso. Todo lo que hay de
divino en Jesús está en su humanidad.
¿Quién es Jesús para nosotros hoy? No se trata de
dar una respuesta teórica ni una cristología aquilatada que responda a todas
las cuestiones formales relativas a la persona de Jesús. Mucho menos, dogmas
que definan su naturaleza divina. Lo tenemos crudo, porque los evangelios nos
hablan de Jesucristo desde la experiencia pascual, y es muy difícil descubrir
al Jesús de Nazaret que ellos conocieron y del que partieron para llegar a
Cristo. Los cristianos de hoy empezamos la casa por el tejado y cuando nos
damos cuenta, resulta que carecemos de muros y sobre todo de cimientos. Sin
experiencia pascual no hay cristiano
Debemos darnos cuenta de lo lejos que estamos del encarnar
en nuestra vida ese valor supremo,
que Jesús encarnó. Somos cristianos para
tener a Dios de nuestra parte y nos saque las castañas del fuego. Echemos
una ojeada a nuestras oraciones y descubriremos la idea que tenemos del Mesías.
La misma que Pedro propuso y rechazó Jesús. Lo hemos colocado a la derecha de
Dios; le hemos dado plenitud de poder y gloria; le hemos hecho juez de vivos y
muertos; para, a renglón seguido, decir que el que cumpla con lo que dijo se
sentará con él a juzgar a los infieles. Estas cosas las dice el NT, en contra
de la misma actitud de Jesús. Un ejemplo más de lo difícil que fue aceptar su mensaje.
Una cosa es llamarse cristiano
y otra serlo. No es
nada fácil darse cuenta de que la plenitud humana está en el desarrollo de una
capacidad de salir de sí, de identificarse con los demás. No es nada fácil
salir de la dinámica del hedonismo que nos empuja a dar satisfacción a los
sentidos, a buscar lo más cómodo, lo que me agrada, lo que menos me cuesta.
Mantener estas actitudes hedonistas y llamarse cristiano, es una contradicción.
Pero tampoco debemos caer en la trampa del masoquismo. Dios quiere para cada uno de nosotros lo mejor. Quiere que disfrutemos
de todo lo que nos rodea, de las personas y de las cosas. Todo es positivo,
siempre que tengamos claro que lo primero es el bien integral del hombre.
No es fácil entender bien lo que hoy nos dice el
evangelio. No se trata de machacar una parte de nuestro ser para salvar otra.
Se trata de descubrir un fallo en nuestra percepción de nosotros mismos, es
decir, que con frecuencia creemos ser los que no somos y vivimos engañados. Se
trata de liberarnos de todo aquello que nos ata a lo caduco y nos impide
elevarnos a la plenitud que nuestro verdadero ser exige. La liberación llega
cuando hemos establecido una auténtica escala de valores y somos capaces de dar
a cada faceta de nuestra compleja vida, la importancia que tiene, ni más ni
menos.
RESUMEN: ¿Quién
es Jesús para mí? La respuesta a esta pregunta marcará el grado de
compromiso con su mensaje y con lo que significa para mí el Dios que él
manifestó con su trayectoria humana.
Meditación-contemplación
Lo que Jesús es
y significa, no se puede meter en conceptos,
porque está más allá de los sentidos y de la razón.
Si experimentas lo que hay de Dios en ti,
podrás vislumbrar lo que Jesús vivió y manifestó.
……………………
Más allá de nuestro “yo” físico, psíquico y mental,
se encuentra nuestro auténtico ser,
que es lo divino que hay en cada uno de nosotros
y que está siempre ahí como la única realidad
verdadera.
……………………
Para alcanzar ese verdadero ser y verdadera Vida,
es necesario no quedar enganchado en lo terreno.
“Perder” lo caduco, lo contingentes, lo limitado
es el único camino para alcanzar lo absoluto.
………………..
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